En la primavera de 2014 tuve la oportunidad de ir a España. Gracias a
mi experiencia en George Fox, estaba lista para aprender sobre la
cultura. Como no sabía nada del país no tenía ningún prejuicio preconcebido
sobre la cultura. Llegué con mente abierta y estaba lista para aprender. Pensé
que sería muy fácil para mí entender el idioma, pero cuando llegué, todo era
diferente. Las palabras, el tono de voz y hasta la melodía con la que hablaban
los españoles era diferente. Duré unas dos semanas tratando de entender a los
españoles, pero después de eso empecé a comunicarme bien con ellos. Noté que
ellos usan mucho sus manos cuando hablan. Tienen manierismos parecidos a los de
los italianos y tienden a exagerar cuando hablan. Me encantó esta manera de
comunicarse tan expresiva y llena de pasión.
Esa pasión de los españoles la expresaban por medio del arte, la
comunicación, pero más que nada en la manera en que invierten tiempo y recursos
en sus relaciones. Uno de mis aspectos favoritos de la cultura española es como
valoran a sus familias y a sus amistades. Son una prioridad, y esto lo reflejan
en su vida diaria. Los españoles son un ejemplo claro de cómo debemos trabajar
para vivir y no vivir para trabajar. Aprendí en España que es importante ser
dedicado al trabajo y a la educación, pero que no debe ser la única prioridad
en nuestras vidas. Muy seguido en Estado Unidos tenemos una agenda y esta llena
de juntas y proyectos que realizar y solo dejamos un ratito para invertir en
nuestras relaciones. Estando lejos aprendí a balancear mi trabajo, la escuela y
mis relaciones. Aprendí a dejar mis horarios y aprovechar las experiencias
inesperadas que se presentan.
Mi experiencia en España fue en su mayoría de aprendizaje cultural,
pero también fue un tiempo en donde crecí en mi relación con Dios. Mi semestre
en Sevilla fue la primera vez que estuve fuera de mi ‘burbuja’ cristiana. Crecí
en una iglesia y en un ministerio, y después vine a George Fox. Yo tenía una
relación muy superficial con Dios porque no lograba comprender lo especial e
impactante que era lo que hizo por mi. Toda mi vida había escuchado sobre el
sacrificio de Dios, y aunque no intentara tener una relación con el, siempre
habían situaciones donde Dios se presentaba en mi vida. En España ese no fue el
caso. No habían personas hablándome de Dios a cada rato. En realidad
no había ninguna influencia religiosa en mi vida. Por primera vez en mi vida
experimente el hambre que tienen las personas por tener una relación con un
poder supremo. Me sentía sola y sentía que me hacía falta algo que había estado
siempre presente en mi vida.
En España me encontré buscando la presencia de
Dios con un fervor que nunca había tenido. Allí en medio de un país donde la fe
no es prioridad, en un lugar donde no tenía una comunidad cristiana, allí fue
donde me encontré con Dios. Fue donde yo tomé la decisión de dedicarle mi vida
de nuevo a Dios y donde entendí la magnitud de su sacrificio. Esta fue la experiencia que tuvo el mayor
impacto en mi vida durante mi estancia en Sevilla, y yo creo que para mi fue
necesario experimentar la vida sin influencia cristiana para comprender lo que
mi fe significa para mi. Ahora, mi relación con Dios sigue creciendo y mi fe es
más fuerte. Ahora puedo decir con seguridad que tengo fe por decisión propia y
no por la influencia de los que me rodean, aunque son parte esencial de mi
crecimiento espiritual.
He
tenido muchísimas experiencias interculturales y creo que cada una de ellas han
impactado mi manera de ver el mundo y han desarrollado mi carácter de una
manera diferente. Gracias a mis experiencias me he convertido en una persona
más abierta, más consciente de las costumbres y los valores de cada individuo y
cultura que me rodea, y ha provocado un hambre por viajar y por conocer más y
más sobre las culturas alrededor del mundo. Sobre todo, mis experiencias
interculturales me han ayudado a conocerme a mi misma, a entender mis raíces
culturales y a definir mis convicciones personales.